El peso de nuestras palabras como sanitarios.


Un año, en diciembre, me tocó un servicio de esos que no parecía nada grave. Un chico joven, de poco más de 20 años, muy agradable y simpático, estaba en un centro de salud. Decían que había tenido una taquicardia muy severa, pero por diversos motivos mi equipo pensaba que podía ser un error del aparato con el que se había monitorizado, especialmente porque a nuestra llegada el EKG era normal y no había ninguna clínica. Aún así, evidentemente se le trató como si tuviera un problema cardiaco severo y se le trasladó al hospital de referencia. Durante el camino fue bromeando con nosotros, era una persona muy jovial y optimista.

En el centro de salud había al menos 10 miembros de su familia, y como suelo hacer, traté de quitarle hierro al asunto bromeando con ellos, que daban pie a hacerlo, claro. En las ambulancias de soporte vital avanzado no se suele llevar acompañante, precisamente por si sucede algo durante el trayecto, y este caso no fue una excepción.

Al llegar al hospital ya estaban los familiares allí, muy preocupados por él, que había llegado estupendamente. Nos despedimos del paciente, y al salir nos despedimos de la familia, le puse la mano en el hombro a uno de ellos y mirándole a los ojos y sonriendo le dije «ya verá como no es nada». Es algo habitual, darle confianza a la familia, sobre todo cuando crees sinceramente que no va a ser nada.

Me consta que le hicieron las pruebas pertinentes, enzimas, etc. y todo salió bien. Alta, cita con el cardiólogo y a casa a pasar las navidades.

En fin, no sé cuántos servicios más tendría en esa guardia, pero no recuerdo que hubiera ninguna incidencia más.

La siguiente guardia cayó en un festivo importante. A mediodía nos activaron para una emergencia, una ambulancia de soporte vital básico se encontraba en una PCR presenciada (parada cardio respitaroria), de modo que se enviaron dos recursos más de soporte vital avanzado, entre ellos el mío y allí estuvimos más de una hora intentando reanimar a la víctima. Durante la reanimación hubo un momento en el que pude fijarme en la familia y me sonaron las caras. Entonces me fijé bien en el paciente y lo reconocí. Era el mismo joven de la guardia anterior. Se hizo lo posible y lo imposible, pero al final no se pudo revertir su situación. Recogimos el material, avisamos a la Sala para que se hiciera judicial y cuando me iba le di el pésame a un familiar que estaba arrodillado al lado del paciente, cogiéndole la mano. Me miró a los ojos desde el suelo y me dijo: «Conque no era nada ¿eh, maestro?» (maestro es una término coloquial en Canarias, no es peyorativo, como decir «cristiano» o «señor»).

Me quedé hecho polvo, lo reconozco. Ya es duro ver morir a alguien tan joven, pero la frase me partió el corazón. A partir de ese momento entendí cuál es el peso de nuestras palabras. Algo que podemos pensar que es un trámite significa muchísimo para la persona que nos escucha. Somos los que llegamos de uniforme, los que tenemos la autoridad, los que vamos a salvar su vida o aliviar su sufrimiento. Nuestras palabras pesan. Nos escuchan.

Mi querido amigo Juan Vicente Díaz Hormiga suele escribir cosas muy bonitas, y cuando le conté el mal trago (con el hecho reciente), escribió esto… Realmente no sé si me da un abrazo o un capón, pero lo comparto con ustedes.

«Un amigo me cuenta un caso que le acaeció estando trabajando: » Un día estando de guardia en la ambulancia, recibimos una llamada para atender a un joven que había sufrido -al parecer- una insuficiencia cardíaca o algo parecido». Dentro de la atención sanitaria , existe otra atención no escrita en la que se intenta contener tanto al paciente como a la familia, empleando un lenguaje que  distraiga de la tensión que se siente en ese momento. Claro está que en este trance , nuestro hombre se dirije al paciente en tono desenfadado y le dice : «No te preocupes hombre, que esto no es nada». Y así fue, una vez trasladado le dieron el alta y lo remitieron a su casa. Transcurrido unos días, en una nueva guardia, reciben una llamada para atender un caso similiar al contado, pero con la salvedad de que se solicita a su vez la colaboración de una ambulancia medicalizada. Ya en el lugar, atienden al paciente con toda la profesionalidad que caracteriza a este colectivo, y en la mente de nuestro amigo le es conocido el rostro de la persona atendida y cae en la cuenta que era el mismo paciente de la intervención habida en la guardia anterior. Una vez relevados por el equipo de la medicalizada, boca arriba y yaciendo tumbado, el atendido se dirige al profesional y mirándole a los ojos le dijo – conque no era nada lo que ténía, eh-. Y es que muchas veces, el lenguaje utilizado cuando ejercemos un rol profesional nos pasa factura con toda la carga emocional de la cruda realidad y nos sentimos aplastados como con una losa. El boomerang de nuestras palabras y acciones retorna al origen de su lanzamiento.»

16 Comentarios Agrega el tuyo

  1. Te honra el reconocer el peso de tus palabras, no somos conscientes del mal que podemos hacer intentando con nuestra mejor voluntad hacer la situación mas llevadera. La realidad es la que es y no somos mas que meros actores en un intento de ayudar a los auténticos protagonistas. Nuestros deseos por desgracia no tienen por que cumplirse.

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  2. He ahí el quid de la cuestión. Lo habitual es que tuviera razón y no fuera nada (no le digo lo mismo a todo el mundo, evidentemente). ¿Mejor ser más «autómata» y no tratar de empatizar? ¿Seguir igual? ¿Cómo medir todas nuestras palabras?.

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  3. jesterhanny dice:

    Querido Juan Luis, creo que todos los que trabajamos en este campo hemos deseado alguna vez que nos tragara la tierra por algo que hemos dicho o hecho, como en tu caso. A veces nos dejamos llevar por nuestra intuición, por nuestro optimismo, o por una fuerza oculta, y metemos la pata. Yo he aprendido a decir a los familiares que en principio no parece grave, pero que necesitamos que se le valore más profundamente en el hospital, a ver si hay algo que se nos escapa con los medios que disponemos. Y a veces añado lo de que, eso no quiere decir que no pueda empeorar en los próximos minutos.
    Saludos

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  4. Gracias Esther, parece que nos hemos puesto de acuerdo para dejar aflorar sentimientos hoy, me ha encantado tu entrada sobre lo que a veces sufrimos en determinados servicios, ahora mismo voy a dejarte un comentario: http://signosvitales20.com/la-cara-b/

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  5. Patricia dice:

    Supongo que por muy profesional que uno sea, se puede meter la pata sin querer. Lo malo es que cuando ocurre una cosa como esta, la muerte de un chico joven al que has atendido, y recuerdas tus palabras, no sabes dónde meterte. pero somos humanos, y lo hacemos con la mejor intención. Como comenta otra chica, habrá que buscar palabras que sustituyan a otras. Ánimo.

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  6. Almudena dice:

    A veces, no hay nada más poderoso que una palabra regalada a un segundo de nuestras vidas. En nuestra cultura, los silencios asustan cuando en ocasiones darían el consuelo exacto a los sentimientos.

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  7. Estoy con Almudena, no creo que sea cuestión de «deshumanizarnos», pero sí de de ser conscientes de la importancia de esas cosas que decimos mecánicamente y para el paciente resultan tan especiales.

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    1. Yaiza dice:

      Holaaaa. Hace algún tiempo quiero hacerte llegar una inquietud sobre la situación que se da en la actualidad con los contratos en practicas y antes de aventurarme a causar otra hecatombe como con el articulo sobre las » decepciones en el Técnico de Emergencias» me gustaría verificar con tu ayuda datos de diversas fuentes que me han hecho llegar. Un saludo. Yaiza.

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      1. Creo que fue una «hecatombe» la mar de positiva, envíame un mail cuando quieras, en «sobre mi» tienes el contacto, un saludo.
        Juan Luis.

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  8. Luisa dice:

    Precisamente hoy, que leo tu entrada, estaba leyendo un libro (\”Justicia ¿Hacemos lo que debemos?\”) en el que el autor (Michael J. Sandel) intenta explicar lo que significa mentir para Inmanuel Kant, y aunque no hablas de una \”mentira\”, creo que puede venir al caso.
    Para Kant no se debe mentir nunca. Ni siquiera en situaciones en las que crees que mentir puede salvar una vida. Por tanto tampoco acepta las mentiras piadosas, cree que de esta forma no se trata dignamente a las personas sino como un medio. Pero su rigorismo deja una puerta abierta, explica Sandel. La puerta es dar digamos \”pistas falsas\”, aunque deben ser ciertas. Siguiendo el ejemplo de Sandel, un asesino toca a tu puerta buscando a una amiga que se esconde en tu casa. No se debe mentir, pero sí puedes decir \”Hace una hora la vi por la calle, por donde la tienda de comestibles\”. Esta estrategia, diría Kant, es moralmente permisible.
    Saludos

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  9. Gracias Luisa por tu reflexión. Es muy interesante. Efectivamente no se trata de decirle a la familia de un enfermo terminal, o de una persona a la que estás realizando una RCP «se va a poner bien», pero si tratar de hacer pasar lo mejor posible el trago a los familiares, y al propio paciente. Sobre todo cuando tu equipo de electromedicina, y tus compañeros, están de acuerdo contigo en que no parece ser nada grave. En este caso no nos equivocamos si vemos todas las pruebas (que nos dan la razón), pero fallamos mucho de acuerdo al resultado. Con lo que al menos yo he aprendido a ser más prudente aún. Y creía serlo ya, pero está claro que te puede pillar el toro.

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  10. Africa dice:

    Leyendo tu post ahora pienso que todo depende del lado en que lo mires. Ese día Murphy te miraba y seguramente se echaba unas risas a tu costa. Salio mal lo que podía salir mal. Pero en otras ocasiones seguramente esa frase ha tranquilizado a muchas personas y al final realmente «no ha pasado nada». Esa otra cara es la de esos familiares que al no ser nada o solucionarse el problema vienen y te dicen que muchas gracias por esos comentarios de animo. Que le ayudasteis a sobrellevarlo. Así que mi conclusión es ser prudente pero tambien decirlas si lo ves conveniente porque en realidad hagas lo que hagas siempre habrá una voz crítica a tu alrededor

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    1. Gracias África, ciertamente es así. En la inmensa mayoría de los casos hacemos más bien que mal con nuestros comentarios, o así lo veo yo. Pero no conviene perder de vista la opción de equivocarnos, y la importancia que tienen nuestras palabras para nuestros pacientes.
      Gracias por tu apoyo y por participar, saludos cordiales.
      Juan Luis.

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  11. j.antonio dice:

    si es verdad muchas veces no sabes que decir aun sabiendo que no saldran de ¨¨esta¨¨ pero que haces ?? q dices?? los familiars tienen que saber que nosotros no sabemos mas alla de lo q vemos en ese momento o momento agudo …los antecedentes si te lo llegan a explicar aveces nos sirven de mucho pero sueles equivocarte…en tus respuestas o en tu ayuda al respecto…imaginaros sea adultos o( niños q se acentua mucho mas) y si no dics nada,te pueden tachar tmb se tts frio o inhumano??? por lo tanto nadie sabe la verdad de lo que pasara asiii que lo que pienses en ese momento con toda profesionalidad bien dicho estara…pq somos humanos y personas con sentimientos

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  12. Marta dice:

    Cómo me identifico. Cuántas veces me habrá pasado algo similar.

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